Alcides
La Rosa (Aka) Tumuzza)
El
pueblo venezolano es muy generoso y en consecuencia solidario, pero hemos ido
dejando muchas otras cosas de igual importancia atrás (la siembra de valores), que tenemos que revisar y rescatar para la
sanidad común y el vivir en armonía de nuestra sociedad.
Para
ser un buen fruto de esta querida patria Venezuela, primero hay que ser: buen hijo,
buena hija, buen esposo, buena esposa, buena madre, buen padre, buen vecino…,
buen ciudadano, con todas las responsabilidades que esto comporta; porque la
base fundamental de nuestra sociedad: es la familia. Sin esta base imprescindible
quizás podamos vivir, pero no vamos a avanzar, y así lo estamos viviendo. Una
sociedad sin disciplina, sin normas ni valores, sin obediencia a las leyes, es
una sociedad como la nuestra, desorganizada, anárquica, caótica, en que nadie
respeta, y para ganarse el respeto, hay que empezar respetando a los demás.
En lo
personal pude observar la diferencia de este comportamiento, porque estuve
viviendo casi 24 años fuera de Caracas. De aquella Caracas que con todos los
problemas que existían, había un cierto respeto por los otros y por las cosas.
Había educación; frases amables de introducción que generalmente, a su vez,
eran bien respondidas: “buenos días”, “buenas tardes”, “con permiso”,
“gracias”, “podría por favor”…, “¿puedo ayudarle en algo?”… Se les cedía el
puesto por respeto y comprensión a su edad a las personas mayores, por
galantería a nuestras jóvenes mujeres y sobre todo a las mujeres embarazadas y
a nuestros niños por cuestión de conciencia.
En aquellos tiempos (no tan
lejanos) incluso los menos afortunados para ir a una escuela, tenían hasta
una mejor actitud de educación y respeto hacia los demás, que muchos de los que
hoy día tienen la suerte de ir a una escuela, liceo o universidad. Eran y son
importantes valores que se sembraban en casa y se fortalecían en las
instituciones educativas, que lamentablemente desde hace algunos años para acá
en muchos hogares, desgraciadamente, brillan por su ausencia. Algunos no los
pueden enseñar porque ellos mismos no los recibieron… Claro, la excusa puede ser que ahora tenemos
más madres adolescentes a las que no se les enseña (y por la misma falta de siembra de valores), ¿que pueden ellas a su
vez enseñarles a sus hijos? Pero esto no
es verdad, esta falta de difusión, no es de un solo sector de la sociedad que
además, va acompañada de otro anti-valor; como lo es ese vocabulario bien
vulgar que se está utilizando en cualquier sitio público o privado sin respeto
al lugar en que se encuentran, a los que están alrededor, hombres, mujeres,
adultos o niños por los que antes había un respeto. Sin darnos cuenta estamos
convirtiendo nuestro país en un inmenso lenocinio.
Esas expresiones, que solo se oía en los burdeles, ahora se oyen normalmente en
cualquier lugar de nuestro querido país, y no me digan que eso es chic o
civilizado… Si cualquiera de esas palabrotas se oye horrorosa en boca de un
hombre, imagínense como se oye en la fina boca de una hermosa, y delicada mujer,
hija, amiga, hermana, madre… ¿dónde le queda el glamour?… y por un errado
concepto, a mi modo de ver, de la igualdad, la mujer pierde su exquisitez, su ternura,
su femineidad. ¡Deja de ser mujer en su intento de igualarse con el hombre!.
“Lo cortés no quita lo valiente” ¿Qué respeto puedo exigir para una mujer con
la que me comunico de manera vulgar? ¿Qué puede enseñarles una pareja así a sus
hijos? ¡La igualdad es conocimiento,
superación!.
Lamento
poner este ejemplo personal, pero creo que es necesario por lo ilustrativo. Mi
madre siempre nos dijo: “Ustedes pueden oír cualquier “mala palabra” (así se le decía), ¡pero jamás la
repitan!. Así se lo enseñamos a nuestros hijos…
Desde
hace 5 años que regrese nuevamente a Caracas últimamente estoy observando que
estoy utilizando las palabras “disculpen la expresión” qué está siendo antecedida
por “una mala palabra”. Indudablemente que el medio contamina. De nosotros
depende la clase de sociedad que queremos y no le echemos la culpa a nadie, la
tenemos nosotros mismos sino tenemos la capacidad de inspirar, inculcar,
enseñar los valores a nuestros hijos
Alcides
La Rosa